miércoles, 18 de febrero de 2015

Algunos fundamentos en Medicina Bioenergética

ALGUNOS FUNDAMENTOS EN MEDICINA BIOENERGETICA

Nos enfrentamos en los albores de este nuevo milenio, a una infinidad de cambios en la concepción y percepción del  mundo actual; cambios que comprometen todos los campos del saber humano.

Por otro lado, la ciencia “oficial” en forma cada vez más importante, va poniendo sus ojos en todos aquellos fenómenos, que por escaparse muchas veces a sus métodos de comprobación y aproximación estadística, no dejan por esto de ser una realidad fundamental en nuestra existencia.

De aquí, el creciente interés en mirar en forma más objetiva todos estos sucesos.
Sabemos actualmente que en el Universo, las partículas elementales provistas de materia
se encuentran en minoría
Según cálculos realizados por los físicos, hay casi mil millones más de quantos interactivos (cantidad mínima de energía que puede emitirse, propagarse o ser absorbida), como los llamados bosones, fotones, neutrinos y gluones, que partículas presentes con masa.

Nuestra capacidad perceptiva pues, solo tiene acceso a una mínima parte de estas partículas elementales.
Este hecho explica en parte, porque la medicina ortodoxa no concedía ninguna importancia a los fenómenos energéticos cuando paradójicamente vivimos inmersos en ellos.

Hemos empezado a constatar, que existe una gigantesca proporción de la realidad que nuestros sentidos no pueden percibir, pero cuyos efectos son perfectamente comprobables con lo que se confirma finalmente su existencia. La aceptación de este hecho es hoy por hoy, prácticamente la base de nuestra actual tecnología.

De lo que conocemos en la naturaleza por ejemplo, un murciélago se orienta por el eco de sonidos por él emitidos, imperceptibles para el oído humano, una abeja se relaciona con la flor en función de los rayos infrarrojos y ultravioletas que emite, y ya a nivel físico tenemos por ejemplo, la fuerza de atracción entre dos imanes, los teléfonos celulares, las ondas de radio, la televisión, la informática, el láser, etc. tienen en común el hecho, de que hay ciertas “presencias” o “energías” que aunque nuestros sentidos no las perciben, están allí y que podríamos descubrirlas si utilizamos el instrumento adecuado.



Pero si nos limitamos a lo material, por lo visto solo conocemos una mil millonésima parte de la realidad cósmica.

A raíz de los postulados propuestos por el Determinismo de Descartes y por Issac Newton (1642-1727), la medicina cayó en el deseo casi  que   obsesivo de “etiquetarse” como una ciencia exacta, cuando sabemos los médicos alternativos, que cada ser humano es único e irrepetible y cuyas respuestas biológicas están sujetas a un sinnúmero de condicionantes, que con frecuencia no son detectados con la tecnología actual.

A pesar de los enormes avances científicos, todavía no estamos en capacidad de responder muchas de las preguntas acerca de la Vida y el Universo. Claro que con esto no queremos decir, que no procuremos apegarnos al siempre importante rigor científico, mientras ésto nos sea posible. Desgraciadamente por ahora siguen siendo más las preguntas que las respuestas y esto es una realidad.

En 1687 Newton publica “Los principios matemáticos de la filosofía natural”, fundamento de la mecánica celeste y de toda la física clásica.
Con la física mecanicista lineal de Newton, se empezó a considerar que toda reacción física obedecía a una causa también física, especialmente en relación con el tercer axioma por él postulado “Actio igual a reactio”, en el que se da una total supremacía a la materia, cimentando pues una causalidad lineal en todos los fenómenos, hasta cierto punto muy lógica en el estado de los conocimientos de la época, lo cual ha tenido enormes repercusiones en el campo médico y en todos los campos del saber humano hasta nuestros días.

Durante muchos años, el conocimiento se ha basado únicamente en lo que nuestros sentidos nos mostraban, y la famosa regla de oro de Santo Tomas “ver para creer” parecía ser una condición inevitable, en quien pretendía la verdad en el conocimiento.
Sin embargo nos fuimos dando cuenta que tal regla solo nos conducía al error, puesto que las limitaciones de nuestros sentidos son mucho mayores de lo que sospechamos, nuestros sentidos no nos muestran la realidad total. Nos muestran solo una pequeña parte de la realidad…su realidad.

El átomo y la constitución de la materia es un claro ejemplo de aquello, ya que nosotros percibimos como sólida a la materia, cuando sabemos que está compuesta en su mayoría por espacio vacío.
Burdamente podemos recordar al átomo como la unidad fundamental de la materia, constituido por una partícula central, el núcleo, alrededor del cual giran partículas con “carga” diferente, recordándonos mucho a la estructura de un sistema solar.

Ahora bien, como la distancia entre estas partículas es tan grande (proporcionalmente mayor a la que existe entre un planeta y otro del sistema solar), podríamos decir que la mayor parte del átomo, no es otra cosa que espacio vacío. Además, las partículas como electrones, protones y neutrones que parecen ser la parte sólida del átomo, son a su vez potentes concentraciones de energía.

Sin embargo a nuestros sentidos, percibimos la materia como perfectamente sólida!
Las preguntas lógicas a todo esto serían: ¿Qué llena el espacio vacío? ¿Cuál es la realidad profunda en la constitución de la materia? ¿Qué le da su coherencia y su apariencia? ¿Qué es lo que organiza y mantiene las estructuras de los seres vivos?
Por otro lado, sabemos que todos los átomos son iguales y que la única diferencia entre tu piel y la silla sobre la que estás sentado es la cantidad y distribución de las partículas elementales, por lo demás no existiría diferencia alguna entre un ser vivo y la materia inerte.

Qué es entonces aquello que se ha metido en ese espacio “vacío” de la materia, que la organiza de manera inteligente, impide su desintegración y permite sus funciones en forma óptima?
Tratar de resolver estas incógnitas, ha llevado a muchos científicos, a revisar por completo su antigua forma de pensar y a partir de ello han surgido conceptos como Inteligencia de la materia”, “Poder organizador del Universo”, “Poder Creativo”, “Suprema Inteligencia”, “Fuerza de cohesión del Universo”, etc.

Otra de las “ilusiones” que nos proporcionan nuestros sentidos, es la de que nuestro cuerpo físico es igual siempre, cuando en realidad estamos en permanente cambio y se ha comprobado que prácticamente el 98% de nuestros átomos se han renovado en el lapso de un año, millones de átomos son reemplazados a cada segundo.
Nuestro cuerpo está cambiando a toda            
hora, formamos un nuevo hígado cada 6 semanas, una nueva piel mensual, un nuevo esqueleto trimestral, etc. Y a pesar de aquello siempre conservamos nuestra forma y aspecto.

Entonces alrededor de qué modelo se organizan nuestros átomos? ¿Dónde reside éste? ¿De qué está constituido este modelo que mantiene nuestra estructura y apariencia?

Parece pues indispensable comenzar a plantearnos seriamente la existencia de un “modelo”, un “patrón”, “idea” o “formato energético”, alrededor del cual se forman todas y cada una de las cosas que percibimos.
Este Universo sería un vasto campo de información, de modelos energéticos manifestados. Nosotros mismos, no somos otra cosa que energía condensada y conciencia manifestada.

Sin embargo, las instituciones más influyentes en la opinión pública, operan todavía en el mundo occidental de forma mayoritaria, sobre los lineamientos de un mundo rigurosamente materialista, basado en un modelo newtoniano (o cartesiano), del hombre-máquina, en el que el ser humano es concebido como una complicada maquinaria biológica, susceptible de ser “reparada” sustituyendo sus diferentes piezas o en otras ocasiones mediante tratamientos farmacológicos, que no dejan de ser mecanicistas y con lo cual se pretende que el organismo vuelva a funcionar de manera correcta, la mayoría de las veces forzando o bloqueando los mecanismos biológicos naturales.

Claro está, que con los avances desarrollados en biología molecular, procedimientos bioquímicos, diversas técnicas de diagnóstico, ciertas técnicas quirúrgicas, etc. dichos planteamientos han aportado significativos adelantos en el tratamiento de algunas dolencias humanas.
De esto no nos cabe la menor duda, siempre con la firme idea de que la medicina en definitiva siempre será una sola y debería por lo tanto, primar siempre un concepto integracionista del saber.

Sin embargo esta visión mecanicista, no es más que una ligera aproximación a la inmensa realidad humana, ya que hoy por hoy, la ciencia está todavía muy lejos de comprender en su real dimensión, la grandeza de los sistemas físico-energéticos vivientes.
El ser humano a diferencia de una máquina por más perfecta que ésta sea, es mucho más que la simple suma de substratos biológicos y químicos.

La ciencia oficial tiende generalmente a fijarse en los mecanismos microscópico-moleculares que “causan” las enfermedades, con frecuencia perdiendo de vista el panorama general, ya que para muchos el cuerpo físico es la única dimensión de la existencia humana, negando así todo aquello que escapa a la percepción de sus sentidos.

Además la medicina ha venido sufriendo un proceso de disgregación paulatina, perdiendo de vista al ser integral, con una visión poco holística de la salud, al punto de que la súper especialización de la medicina tiende a convertirla muchas veces en un laberinto incomprensible aún para los mismos médicos.

El agravante a toda esta perspectiva, es el hecho de que, en el proceso médico convencional, desgraciadamente se ha adoptado un modelo exclusivamente sintomático, que procura interferir con los mecanismos de la enfermedad a través de los famosos “antis” (antibiótico, antiinflamatorio, antihistamínico, antipirético, etc. etc.  
En definitiva afirma: “si logro detener el síntoma, supuestamente logro detener la enfermedad”. Y la verdad sea dicha, a estos niveles, la medicina convencional muestra resultados bastante notorios, calmando o "tapando" muchos de los síntomas que aquejan al enfermo.

Pero a la luz de la homotoxicología desarrollada por el Dr. Hans Heinrich Reckeweg, sabemos que muchas veces con estos procedimientos, lo que estamos logrando es el proceso conocido como una “vicariación progresiva”, que no es otra cosa que el avance de la enfermedad de un estado humoral (referente a los líquidos orgánicos y sus componentes), a un estado de alteración celular (fase celular), al impedir mediante el uso excesivo de fármacos, la excreción normal de las llamadas “homotoxinas”, a que tiende el organismo frente a una agresión bacteriana, viral, tóxica o de cualquier otra naturaleza.


Creemos firmemente por una vez más, que debemos procurar en medicina, llegar a ese valioso punto de equilibrio en los procedimientos, frente a nuestros pacientes quienes nos depositan con confianza lo más valioso que tienen, esto es…su propia vida.

Los profesionales de la corriente “oficial” por otro lado, suelen desconocer muchas veces los estudios y avances en medicinas alternativas, por no sujetarse  (según ellos), al rigor científico que exigen, siendo por otro lado casi instintivo en el hombre, negar o rechazar aquello que desconoce o simplemente no se lo puede explicar.

Es conveniente por todo esto, hacer un breve recuento de lo que se ha conocido
ancestralmente como el “aura” del ser humano, que es esa compleja y maravillosa Anatomía Energética Sutil que nos mantiene activos en el plano de la vida física; nuestro cuerpo físico viene a ser como un escenario final, en donde se manifiesta todo el potencial de nuestro ser.

Los tejidos además de nutrientes, oxígeno, etc. se alimentan de energías vibracionales superiores, cósmicas, telúricas o genéticas, conocidas por civilizaciones ancestrales, como el “qí (chi)” de la civilización China, el “prana” de la cultura Hindú, el “kal” de los Egipcios, o lo que se conoció como “sinchi” en nuestra indoamérica y es finalmente esta fuerza vital, que distribuida por un complejo sistema energético en el cuerpo, es la que anima y confiere sus propiedades vitales a los organismos vivos, siendo en definitiva esto lo que nos diferencia de la materia inerte.

Por encima del nivel físico-químico, la vida tiene una autonomía propia, como fenómeno natural que es y no debemos olvidar en este punto, que “la naturaleza siempre tiene la razón”, como lo decían los grandes maestros de la medicina.

A lo largo de la historia de la humanidad, la medicina y la biología han oscilado entre interpretaciones materialistas y humanistas, en un principio dualista de la realidad.
Pero hoy los científicos, empiezan a descubrir fuerzas que no se adaptan al modelo newtoniano y aunque la ciencia ortodoxa oficial se niegue a reconocerlas, estas fuerzas vitales son estudiadas por numerosos investigadores y son constatadas diariamente por médicos u otros profesionales que nos manejamos de una u otra forma en este terreno de lo energético, con la premisa simple de que “los hechos constatados no admiten discusión” y a la larga, la realidad termina por imponerse.

El modelo mecanicista de Newton, aparentemente tan consolidado en todos los campos del quehacer humano, ha sufrido grandes quebrantos a partir de las teorías del sabio Albert Einstein (1879-1955) y su famosa ecuación E= mc2, de la cual hasta hoy estamos empezando a comprenderla en su verdadera dimensión.
Actualmente la física cuántica y los experimentos de partículas de alta energía, nos han demostrado que en el plano de las partículas elementales, toda materia es en realidad energía; la materia no es sino otro estado de la energía.

Esta ecuación en su versión simplificada, traduce que la energía contenida en una partícula elemental, es igual al producto de su masa por la velocidad de la luz al cuadrado, de lo que se desprende entre otras muchas cosas, que la más diminuta partícula de materia contiene un enorme potencial de energía, por tanto toda masa es convertible en cantidades enormes de  
                                                      energía.

Prueba de aquello, es el impresionante potencial energético que se liberó al final de la segunda guerra mundial, cuando apenas una pequeña cantidad de uranio fue suficiente para reducir a escombros las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en una demostración más, de hasta dónde puede llegar la irracionalidad humana.
La ecuación de Einstein sugiere que la materia y la energía son mutuamente interrelacionadas entre sí.
Posteriormente de aquí se derivaron los conceptos de la dualidad onda-partícula de la física cuántica actual, que es la base en que se mueven los conceptos neuralterapéuticos y homeopáticos de hoy.

Llegamos finalmente a la conclusión de que todo en el Universo es energía, que se puede materializar bajo la apariencia de un objeto.
Y sin ir mas lejos, eso es lo que somos, porque estamos constituidos de células y estas a su vez de moléculas y las moléculas de átomos, constituidos finalmente de partículas generadoras de energía ondulatoria.
Ya Wilhelm Ostwald (1853-1932) lo había sentenciado en la primera mitad del siglo pasado, al expresar que
La energía es la realidad, la materia es solo una hipótesis”.

Por todo lo anteriormente dicho, se puede afirmar que aquel sistema médico, que niegue o ignore el componente espiritual en el ser humano, será necesariamente incompleto por excluir la cualidad fundamental de la existencia del hombre a nuestro modo de ver, que es su dimensión energética o espiritual.

Se debe entender el organismo humano, como un conjunto de campos de energía multidimencionales superpuestos y en interacción, cuyos desequilibrios finalmente se  manifiestan en los planos físico, emocional y mental. El cuerpo físico revela pues la materialización obvia de la enfermedad.

Los sistemas biológicos además de poseer una estructura histológica y anatómica maravillosa, poseen un sistema energético sutil, que consta de varios campos superpuestos y con frecuencias vibratorias cada vez más altas.

El primero de estos campos y el más próximo al plano físico, es el cuerpo etérico, en el que encontramos los llamados “meridianos y puntos de acupuntura”, descritos y manipulados por la cultura china desde hace aproximadamente 5.000 años y de cuya autenticidad no cabe la menor duda en la actualidad. 
Estos son una interface de intercambio energético entre nuestro cuerpo físico y los campos de energía que nos rodean.
Las corrientes de energía que circulan por estos canales de flujo llamados meridianos, son de naturaleza mas bien magnética (magneto-eléctrica exactamente) e inducen campos eléctricos secundarios al nivel físico de los tejidos, que a su vez repercuten sobre los procesos bioeléctronicos primarios que se desarrollan en el seno de la célula.

















Los puntos de acupuntura, situados en los extremos distales de los meridianos en manos y pies, son susceptibles de ser medidos en su resistencia eléctrica, al realizar una ligera presión sobre la piel, con el electrodo positivo de un aparato de tecnología alemana llamado “Dermatrón”, según la técnica del profesor Reinhold Voll.

El potencial eléctrico de todo un órgano o sistema, puede ser medido exactamente con la aguja del Dermatrón, determinando así en miliohmnios, valores estandarizados.
Esta información permite, en manos especializadas, detectar estados de inflamación o degeneración en dichos meridianos y por ende en los órganos o sistemas con que se relacionan. De esta valiosa técnica, derivan los sistemas de diagnóstico y tratamiento en que nos apoyamos algunos médicos en Bioenergética.

En una frecuencia vibratoria superior, encontramos el cuerpo emocional, que no es tan rígido, ni conserva la forma del cuerpo físico. Además es muy variable como de hecho lo son nuestras emociones; todos alguna vez hemos experimentado el “sentirnos muy pequeños” frente a una situación o por el contrario “que no cabemos de dicha en el cuerpo”. 
Esto se debe en definitiva a las expansiones de este cuerpo energético, junto a variaciones en las tonalidades y el espectro cromático del mismo, siempre en relación estrecha con nuestros estado de ánimo.

A continuación está el cuerpo mental, este sí algo más rígido, en donde llevamos a cabo nuestros procesos mentales, fijamos nuestros patrones de conducta aprendidos y nuestras ideas o conceptos.
Lógicamente cuenta y se relaciona con el substrato anatómico que es el cerebro, del cual en realidad solo conocemos una parte infinitesimal de sus funciones y alcances.
El cerebro viviente, es mas bien una interface para la expresión del alma, en el plano de la vida física activa.



Hasta aquí estos cuerpos de anatomía energética, conforman nuestra personalidad, nuestro ser y se ubican todavía, en un plano mas bien físico.

Encontramos luego el llamado cuerpo astral, que es el puente de comunicación entre lo físico y el plano espiritual, ubicándose en lo que popularmente conocemos como la cuarta dimensión. Es también un cuerpo amorfo, en el que se llevan a cabo las vivencias, es decir está mas allá de las sensaciones, sentimientos o conceptos y en relación con el amor incondicional, no influido pues por nuestras emociones ni por la razón.

En una banda de frecuencias vibratorias superiores, nos encontramos con el llamado cuerpo causal, que es lo que podríamos llamar nuestro Yo superior y se ocupa del sector de las ideas y conceptos abstractos, atendiendo así a la esencia de los asuntos.
A diferencia del cuerpo mental que trabaja con las imágenes mentales y razona analíticamente en base a una experiencia previa, el cuerpo causal asume la esencia de las cosas y las causas verdaderas que se ocultan tras el velo ilusorio de las apariencias; es pues un mundo de realidades.

El cuerpo espiritual, el más elevado de todos, tiene ya una conciencia plena de que somos uno con el Creador, somos realmente “seres de luz”, aquí la mente no es lineal ni racional, sino Universal.

Parece ser que estos últimos cuerpos sutiles, son los que se desprenden del cuerpo físico, en el proceso que conocemos como la muerte.
Debemos recordar en este punto, que “la energía no se crea ni se destruye,tan solo se transforma”.

Todos estos cuerpos que son receptores y transmisores de energía vital, pasan a través de los llamados chacras, donde finalmente se traducen en funciones nerviosas y glandulares.
Chacra en sánscrito (el idioma sagrado más antiguo de la humanidad), significa rueda; en efecto poseemos siete centros superiores ubicados de la pelvis a la parte superior de la cabeza, cada uno de los cuales se asocia a un centro o plexo nervioso y otro glandular del organismo físico, siendo ademásórganos sutiles de percepción, sociados a facultades parapsíquicas de intuición superior, en relación siempre al grado de evolución espiritual del ser.

Los chacras vienen a ser verdaderos “reactores energéticos” en los que procesamos y acumulamos informaciones vitales, además de que establecen un puenbte de comunicación entre estos diferentes planos energéticos y nuestro organismo físico.

No es coincidencia que estos chacras principales se encuentren en número de siete, ya que según nos refiere la numerología, todo es perfecto en este número y de allí que se repita un sinmúmero de veces en la naturaleza.

Yendo de abajo hacia arriba, el primer chacra o chacra base, está ubicado en la región coccígea y tiene que ver con lo que se ha llamado la “experiencia tribal” o del grupo íntimo al que se pertenece el individuo, relacionándolo así con las ideas de colectividad, justicia, superación de su grupo, en otras palabras comanda los llamados esquemas mentales o sociales. Es además el chacra de la inmunidad.
Se conoce además, que es el chacra de la “materia prima”, en donde permanece dormido el potencial energético de todo ser humano, de allí que en seres desarrollados espiritualmente, activan desde aquí su poder mental, abriendo las puertas de la iniciación.
A nivel del cuerpo físico, tiene mucha relación con la función hepática, la piel y los músculos.

El segundo chacra está a nivel del pubis y es el centro del movimiento, la actividad, los fluidos corporales y extracorporales. También activa las funciones de eliminación de desechos y comanda la función sexual a nivel físico. En este chacra se grabarían pues los actos de incestos y violaciones (físicas y energéticas) por ejemplo.
Al agotarse este centro, el pensamiento se conduce a la idea aberrante, de que la persona es vulnerable en cualquier aspecto, por desgaste de su poder.

El tercer chacra, se halla situado a la altura de lo que conocemos como el plexo solar en el abdomen. Es el centro de la transformación y tiene la propiedad de transmutar en su totalidad la energía ascendente. Es el asiento de las negociaciones del ser, por él se expresa nuestra guía interior, siendo el chacra de la intuición superior.
A nivel del cuerpo físico, se relaciona con los procesos de metabolismo y nutrición.

El cuarto chacra, se encuentra a la altura del corazón y tiene que ver con el amor puro e incondicional, de allí la tendencia de asociar el corazón con los sentimientos de amor entre las personas. Este chacra es el asiento de la conciencia divina y nos enseña la lección del perdón, uno de los sentimientos más nobles en un ser humano.
Físicamente activa el plexo cardíaco y dirige las funciones de irrigación sanguínea y oxigenación de los tejidos.

El quinto chacra, situado en el cuello a la altura de la glándula tiroides, es un centro de la voluntad, maneja nuestro poder electromagnético y si está alterado, la mente estará por un lado y el corazón por otro, ya que actúa como un pivote entre el cuarto chacra y la mente. La energía de este centro influye en el habla, el poder del verbo, la comunicación, la resonancia musical y la enseñanza.

El sexto chacra, comúnmente conocido y representado como el tercer ojo en la cultura Hindú, está situado a la altura del entrecejo; es el asiento de la energía mental y permite en seres desarrollados, una visión consciente de los mundos internos, así como el desarrollo de facultades de clarividencia.

El séptimo chacra, está situado en la parte superior de la masa encefálica, a la altura del vértice del cráneo y se lo ha representado como una aureola, en las pinturas que representan a los santos en la antigüedad.
Su energía corresponde a la Conciencia Universal, en comunión con un ser supremo, aquí reside pues la Gracia espiritual del ser.

Anatómicamente el músculo diafragma, divide a los tres primeros chacras que se hallan por debajo, y están “conectados” con lo que podríamos llamar realidades físicas, mientras que los chacras superiores nos “conectan” con las realidades de tipo espiritual.
Adicionalmente a estos chacras principales, poseemos otros chacras secundarios, por ejemplo los situados en las manos, de enorme trascendencia en procesos de sanación al imponer las manos, como por ejemplo en la técnica conocida como Reiki.

La alteración del flujo energético y la calidad de rotación de estas “ruedas” de energía, puede ser uno de los diversos mecanismos por los que el estrés crónico afecta negativamente a una persona, ya que el famoso estrés (el mal de nuestra época), no es mas que la emoción acumulada de nuestros deseos frustrados.
Los chacras mantienen una intrincada interconexión entre sí y con los diversos aspectos del cuerpo físico, mediante líneas de transmisión energética llamada nadis, manteniendo un flujo bidireccional de energía en condiciones normales, en relación con la función óptima, o por el contrario, estableciendo disfunciones en el flujo de este ser físico-energético, como debemos ser considerados los seres humanos.

Esto brevemente, es lo que se conoce desde las culturas iniciáticas como el “aura humana”; éste campo magnetoeléctrico se mantiene en incesante movimiento y es constantemente cambiante, en una perpetua interacción, desde los niveles más superiores, hasta llegar en similitud a una cascada al plano físico, el escenario “final” de todo nuestro ser.

Las enfermedades por lo general son multicausales y pueden tener un substrato biológico, emocional o mental, los tres pilares fundamentales sobre los descansa nuestra salud.
Estamos cada vez más convencidos, de que no hay enfermedad que no tenga de una u otra forma una base emocional. Incluso en el caso de una enfermedad infecciosa producida por algún germen, el hecho de que dicha enfermedad se desarrolle o no, va a depender del estado inmunológico del paciente, que hoy en día sabemos, tiene una interconexión directa con el estado emocional del enfermo.

El organismo en sí mismo, está dotado de un modelo de salud perfecta y una poderosa “Inteligencia Sanadora Interior”, pero el ser humano por medio de sus propios procesos mentales, tiene la libertad de deteriorar e incluso paralizar estos procesos, sumándose a ello la cantidad de hábitos malsanos que se han venido incorporando sistemáticamente a nuestro modo de vida.

Parecería ser que en el fondo esencial de algunas enfermedades humanas, existe un trastorno energético, una perturbación mecánica cuántica u ondulatoria y que introducida dicha perturbación al nivel físico, mental o emocional, el ente energético-material que es nuestro organismo, tiende a reaccionar inadecuadamente y a desorganizarse en su equilibrio.

En un organismo vivo, la alteración primaria de salud se da pues a éste nivel de energía, o lo que se ha llamado en medicina biológica, el “terreno” del paciente, condición indispensable para que de acuerdo al grado de deterioro presente, finalmente progrese tal o cual alteración al nivel físico. Igualmente es éste campo energético, el que primero se debe corregir en un tratamiento médico, para llegar finalmente a una reparación celular y orgánica.

Las terapias biológicas actúan para favorecer todos los mecanismos biológicos de adaptación al medio, predominando en ellas un principio constructivo, favoreciendo así la regulación y capacidad de autocuración innata en todo ser viviente.
Carecen pues estas técnicas de toxicidad o efectos secundarios, a cambio de incidir profundamente en la constitución del organismo, ya que trabajan sobre estos sistemas energéticos anteriormente descritos. Y lo hacen mediante la energía cuántica liberada del núcleo atómico (frecuencia electromagnética) de los elementos animales, minerales o vegetales, del que proceden algunos de sus medicamentos, como sucede en el caso de los remedios homeopáticos o algo similar ocurre, al colocar el impulso neuralterapéutico, con la aguja de Terapia Neural en el lugar preciso o “Campo Interferente” o manipulando esos pequeños “acumuladores” de energía presentes en la piel como es en el caso de la milenaria acupuntura, etc.

Si comprendemos que el ser humano como hijo de Dios y creado a su "imagen y semejanza", es un ser de luz hecho con una energía que lo anima y da soporte a sus estructuras vitales, estaremos sentando las bases para tratar de una manera óptima a nuestros enfermos.

La Medicina Bioenergética, logra curar eficazmente muchas situaciones clínicas de diversa complejidad, al encontrar el equilibrio energético y biológico, mediante la manipulación de estos campos de energía sutil humana, llegando finalmente a los mecanismos biomoleculares de la célula, la unidad biológica fundamental de todo ser viviente, con la participación de diversos sistemas terapéuticos, de entre los que podemos destacar:
la Terapia Neural, la Homeopatía, la Acupuntura, la Homotoxicología, la Electroacupuntura de Voll, el Ayurveda, el Biomagnetismo médico,  la Medicina Cuántica, el Balance Polar Electromagnético, la Reflexología, la Terapia con Oligoelementos, las Escencias Florales de Bach, la Auriculoterapia, la Celuloterapia, la Cromoterapia, la Odontología Neurofocal, la Fitoterapia, la Laserterapia, el Shiatsu, el Reiki, el Naturismo, la Uroterapia, la Ozonoterapia, etc. disciplinas todas agrupadas en el gran capítulo de la Bioenergética o energía de la vida, en búsqueda de esa armonía que conocemos como salud.

Todavía son muchas las interrogantes en el campo de la medicina Bioenergética y este ligero recuento, no pretende crear polémica entre la comunidad médica científica "oficial" y quienes nos manejamos por la línea de medicinas alternativas, sino mas bien pretendería generar una expectativa entre los terapeutas inquietos y de mente abierta, para intentar conocer el lado oculto de la moneda y llegar así a un punto de equilibrio entre los valiosos conocimientos académicos, que desde luego siempre tendrán su lugar en nuestra labor y estas nuevas (o ancestrales) formas de terapia, buscando siempre el beneficio, de la razón de ser de nuestro quehacer diario…nuestros pacientes.


Dr. Jaime Cevallos Gómez
MEDICO BIOENERGETICO



*La información contenida en esta publicación, es proporcionada únicamente con fines informativos y de orientación al público y no pueden constituirse como recomendaciones médicas personalizadas. No deberán seguirse bajo ningún concepto, como tratamientos médicos únicos y se recomienda en todo caso, consultar con profesionales médicos debidamente acreditados ante las autoridades sanitarias.

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