ALGUNOS FUNDAMENTOS EN MEDICINA BIOENERGETICA
Nos enfrentamos en los albores de este nuevo
milenio, a una infinidad de cambios en la concepción y percepción del mundo actual; cambios que comprometen todos
los campos del saber humano.
Por otro lado,
la ciencia “oficial” en forma cada vez más importante, va poniendo sus ojos en
todos aquellos fenómenos, que por escaparse muchas veces a sus métodos de
comprobación y aproximación estadística, no dejan por esto de ser una realidad
fundamental en nuestra existencia.
De aquí, el
creciente interés en mirar en forma más objetiva todos estos sucesos.
Sabemos
actualmente que en el Universo, las partículas elementales provistas de materia
se encuentran en minoría. Según cálculos realizados por los físicos, hay casi mil millones más de quantos interactivos (cantidad mínima de energía que puede emitirse, propagarse o ser absorbida), como los llamados bosones, fotones, neutrinos y gluones, que partículas presentes con masa.
Nuestra
capacidad perceptiva pues, solo tiene acceso a una mínima parte de estas
partículas elementales.
Este hecho
explica en parte, porque la medicina ortodoxa no concedía ninguna importancia a
los fenómenos energéticos cuando paradójicamente vivimos inmersos en ellos.
Hemos empezado a
constatar, que existe una gigantesca proporción de la realidad que nuestros
sentidos no pueden percibir, pero cuyos efectos son perfectamente comprobables
con lo que se confirma finalmente su existencia. La aceptación de este hecho es
hoy por hoy, prácticamente la base de nuestra actual tecnología.
De lo que
conocemos en la naturaleza por ejemplo, un murciélago se orienta por el eco de
sonidos por él emitidos, imperceptibles para el oído humano, una abeja se
relaciona con la flor en función de los rayos infrarrojos y ultravioletas que
emite, y ya a nivel físico tenemos
por ejemplo, la fuerza de atracción entre dos imanes, los teléfonos celulares, las ondas de radio, la
televisión, la informática, el láser, etc. tienen en común el hecho, de que hay ciertas “presencias” o “energías” que aunque nuestros sentidos no las perciben, están
allí y que podríamos descubrirlas si utilizamos el instrumento adecuado.
Pero si nos
limitamos a lo material, por lo visto solo conocemos una mil millonésima parte
de la realidad cósmica.
A raíz de los
postulados propuestos por el Determinismo de Descartes y por Issac Newton (1642-1727), la medicina cayó en el deseo casi que
obsesivo de “etiquetarse” como una ciencia exacta, cuando sabemos los
médicos alternativos, que cada ser humano es único e irrepetible y cuyas
respuestas biológicas están sujetas a un sinnúmero de condicionantes, que con
frecuencia no son detectados con la tecnología actual.
A pesar de los
enormes avances científicos, todavía no estamos en capacidad de responder
muchas de las preguntas acerca de la Vida y el Universo. Claro que con esto no queremos
decir, que no procuremos apegarnos al siempre importante rigor científico,
mientras ésto nos sea posible. Desgraciadamente por ahora siguen siendo más las preguntas que las respuestas y esto es una realidad.
En 1687 Newton
publica “Los principios matemáticos de la filosofía natural”, fundamento de la
mecánica celeste y de toda la física clásica.
Con la física
mecanicista lineal de Newton, se empezó a considerar que toda reacción física
obedecía a una causa también física, especialmente en relación con el tercer
axioma por él postulado “Actio igual a reactio”, en el que se da una total
supremacía a la materia, cimentando pues una causalidad lineal en todos los
fenómenos, hasta cierto punto muy lógica en el estado de los conocimientos de
la época, lo cual ha tenido enormes repercusiones en el campo médico y en todos
los campos del saber humano hasta nuestros días.
Durante muchos
años, el conocimiento se ha basado únicamente en lo que nuestros sentidos nos
mostraban, y la famosa regla de oro de Santo Tomas “ver para creer” parecía ser
una condición inevitable, en quien pretendía la verdad en el conocimiento.
Sin embargo nos
fuimos dando cuenta que tal regla solo nos conducía al error, puesto que las
limitaciones de nuestros sentidos son mucho mayores de lo que sospechamos,
nuestros sentidos no nos muestran la realidad total. Nos muestran solo una
pequeña parte de la realidad…su realidad.
El átomo y la
constitución de la materia es un claro ejemplo de aquello, ya que nosotros
percibimos como sólida a la materia, cuando sabemos que está compuesta en su
mayoría por espacio vacío.
Burdamente
podemos recordar al átomo como la unidad fundamental de la materia, constituido
por una partícula central, el núcleo, alrededor del cual giran partículas con
“carga” diferente, recordándonos mucho a la estructura de un sistema solar.
Ahora bien, como la distancia entre estas
partículas es tan grande (proporcionalmente mayor a la que existe entre un planeta y otro del sistema solar), podríamos decir que la mayor parte del
átomo, no es otra cosa que espacio vacío. Además, las partículas como
electrones, protones y neutrones que parecen ser la parte sólida del átomo, son
a su vez potentes concentraciones de energía.
Sin embargo a nuestros sentidos, percibimos la
materia como perfectamente sólida!
Las preguntas lógicas a todo esto serían: ¿Qué
llena el espacio vacío? ¿Cuál es la realidad profunda en la constitución de la
materia? ¿Qué le da su coherencia y su apariencia? ¿Qué es lo que organiza y
mantiene las estructuras de los seres vivos?
Por otro lado, sabemos que todos los átomos son
iguales y que la única diferencia entre tu piel y la silla sobre la que estás
sentado es la cantidad y distribución de las partículas elementales, por lo
demás no existiría diferencia alguna entre un ser vivo y la materia inerte.
Qué es entonces aquello que se ha metido en ese
espacio “vacío” de la materia, que la organiza de manera inteligente, impide su
desintegración y permite sus funciones en forma óptima?
Tratar de resolver estas incógnitas, ha llevado a
muchos científicos, a revisar por completo su antigua forma de pensar y a
partir de ello han surgido conceptos como “Inteligencia de la materia”, “Poder
organizador del Universo”, “Poder Creativo”, “Suprema Inteligencia”, “Fuerza de
cohesión del Universo”, etc.
Otra de las “ilusiones” que nos proporcionan
nuestros sentidos, es la de que nuestro cuerpo físico es igual siempre, cuando
en realidad estamos en permanente cambio y se ha comprobado que prácticamente
el 98% de nuestros átomos se han renovado en el lapso de un año, millones de
átomos son reemplazados a cada segundo.
Nuestro cuerpo está cambiando a toda
hora, formamos un nuevo hígado cada 6 semanas, una nueva piel mensual, un nuevo esqueleto trimestral, etc. Y a pesar de aquello siempre conservamos nuestra forma y aspecto.
hora, formamos un nuevo hígado cada 6 semanas, una nueva piel mensual, un nuevo esqueleto trimestral, etc. Y a pesar de aquello siempre conservamos nuestra forma y aspecto.
Entonces alrededor de qué modelo se organizan
nuestros átomos? ¿Dónde reside éste? ¿De qué está constituido este modelo que
mantiene nuestra estructura y apariencia?
Parece pues indispensable comenzar a plantearnos
seriamente la existencia de un “modelo”, un “patrón”, “idea” o “formato
energético”, alrededor del cual se forman todas y cada una de las cosas que
percibimos.
Este Universo sería un vasto campo de información,
de modelos energéticos manifestados. Nosotros mismos, no somos otra cosa que
energía condensada y conciencia manifestada.
Sin embargo, las instituciones más influyentes en
la opinión pública, operan todavía en el mundo occidental de forma mayoritaria,
sobre los lineamientos de un mundo rigurosamente materialista, basado en un
modelo newtoniano (o cartesiano), del hombre-máquina, en el que el ser humano
es concebido como una complicada maquinaria biológica, susceptible de ser
“reparada” sustituyendo sus diferentes piezas o en otras ocasiones mediante
tratamientos farmacológicos, que no dejan de ser mecanicistas y con lo cual se
pretende que el organismo vuelva a funcionar de manera correcta, la mayoría de
las veces forzando o bloqueando los mecanismos biológicos naturales.
Claro está, que con los avances desarrollados en
biología molecular, procedimientos bioquímicos, diversas técnicas de
diagnóstico, ciertas técnicas quirúrgicas, etc. dichos planteamientos han
aportado significativos adelantos en el tratamiento de algunas dolencias humanas.
De esto no nos
cabe la menor duda, siempre con la firme idea de que la medicina en definitiva
siempre será una sola y debería por lo tanto, primar siempre un concepto
integracionista del saber.
Sin embargo esta
visión mecanicista, no es más que una ligera aproximación a la inmensa realidad
humana, ya que hoy por hoy, la ciencia está todavía muy lejos de comprender en
su real dimensión, la grandeza de los sistemas físico-energéticos vivientes.
El ser humano a
diferencia de una máquina por más perfecta que ésta sea, es mucho más que la simple suma de substratos biológicos y químicos.
La ciencia
oficial tiende generalmente a fijarse en los mecanismos
microscópico-moleculares que “causan” las enfermedades, con frecuencia
perdiendo de vista el panorama general, ya que para muchos el cuerpo físico es
la única dimensión de la existencia humana, negando así todo aquello que escapa
a la percepción de sus sentidos.
Además la
medicina ha venido sufriendo un proceso de disgregación paulatina, perdiendo de
vista al ser integral, con una visión poco holística de la salud, al punto de
que la súper especialización de la medicina tiende a convertirla muchas veces en
un laberinto incomprensible aún para los mismos médicos.
El agravante a toda esta perspectiva, es el hecho
de que, en el proceso médico convencional, desgraciadamente se ha adoptado un modelo
exclusivamente sintomático, que procura interferir con los mecanismos de la
enfermedad a través de los famosos “antis” (antibiótico, antiinflamatorio,
antihistamínico, antipirético, etc. etc.
En definitiva afirma: “si logro detener el síntoma, supuestamente logro detener la enfermedad”. Y la verdad sea dicha, a estos niveles, la medicina convencional muestra resultados bastante notorios, calmando o "tapando" muchos de los síntomas que aquejan al enfermo.
En definitiva afirma: “si logro detener el síntoma, supuestamente logro detener la enfermedad”. Y la verdad sea dicha, a estos niveles, la medicina convencional muestra resultados bastante notorios, calmando o "tapando" muchos de los síntomas que aquejan al enfermo.
Pero a la luz de
la homotoxicología desarrollada por el Dr. Hans Heinrich Reckeweg, sabemos que
muchas veces con estos procedimientos, lo que estamos logrando es el proceso
conocido como una “vicariación progresiva”, que no es otra cosa que el avance
de la enfermedad de un estado humoral (referente a los líquidos orgánicos y sus
componentes), a un estado de alteración celular (fase celular), al impedir
mediante el uso excesivo de fármacos, la excreción normal de las llamadas
“homotoxinas”, a que tiende el organismo frente a una agresión bacteriana,
viral, tóxica o de cualquier otra naturaleza.
Creemos firmemente por una vez más, que debemos procurar en medicina, llegar a ese valioso punto de equilibrio en los procedimientos, frente a nuestros pacientes quienes nos depositan con confianza lo más valioso que tienen, esto es…su propia vida.
Los profesionales de la corriente “oficial” por otro lado, suelen desconocer muchas veces los estudios y avances en medicinas alternativas, por no sujetarse (según ellos), al rigor científico que exigen, siendo por otro lado casi instintivo en el hombre, negar o rechazar aquello que desconoce o simplemente no se lo puede explicar.
Es conveniente
por todo esto, hacer un breve recuento de lo que se ha conocido
ancestralmente como el “aura” del ser humano, que es esa compleja y maravillosa Anatomía Energética Sutil que nos mantiene activos en el plano de la vida física; nuestro cuerpo físico viene a ser como un escenario final, en donde se manifiesta todo el potencial de nuestro ser.
ancestralmente como el “aura” del ser humano, que es esa compleja y maravillosa Anatomía Energética Sutil que nos mantiene activos en el plano de la vida física; nuestro cuerpo físico viene a ser como un escenario final, en donde se manifiesta todo el potencial de nuestro ser.
Los tejidos
además de nutrientes, oxígeno, etc. se alimentan de energías vibracionales
superiores, cósmicas, telúricas o genéticas, conocidas por civilizaciones
ancestrales, como el “qí (chi)” de la civilización China, el “prana” de la cultura
Hindú, el “kal” de los Egipcios, o lo que se conoció como “sinchi” en nuestra
indoamérica y es finalmente esta fuerza vital, que distribuida por un complejo
sistema energético en el cuerpo, es la que anima y confiere sus propiedades
vitales a los organismos vivos, siendo en definitiva esto lo que nos diferencia
de la materia inerte.
Por encima del
nivel físico-químico, la vida tiene una autonomía propia, como fenómeno natural
que es y no debemos olvidar en este punto, que “la naturaleza siempre tiene la
razón”, como lo decían los grandes maestros de la medicina.
A lo largo de la
historia de la humanidad, la medicina y la biología han oscilado entre
interpretaciones materialistas y humanistas, en un principio dualista de la
realidad.
Pero hoy los
científicos, empiezan a descubrir fuerzas que no se adaptan al modelo
newtoniano y aunque la ciencia ortodoxa oficial se niegue a reconocerlas, estas
fuerzas vitales son estudiadas por numerosos investigadores y son constatadas
diariamente por médicos u otros profesionales que nos manejamos de una u otra
forma en este terreno de lo energético, con la premisa simple de que “los
hechos constatados no admiten discusión” y a la larga, la realidad termina por
imponerse.
El modelo
mecanicista de Newton, aparentemente tan consolidado en todos los campos del
quehacer humano, ha sufrido grandes quebrantos a partir de las teorías del
sabio Albert Einstein (1879-1955) y su famosa ecuación E= mc2, de la cual
hasta hoy estamos empezando a comprenderla en su verdadera dimensión.
Actualmente la
física cuántica y los experimentos de partículas de alta energía, nos han
demostrado que en el plano de las partículas elementales, toda materia es en
realidad energía; la materia no es sino otro estado de la energía.
Esta ecuación en
su versión simplificada, traduce que la energía contenida en una partícula
elemental, es igual al producto de su masa por la velocidad de la luz al
cuadrado, de lo que se desprende entre otras muchas cosas, que la más diminuta
partícula de materia contiene un enorme potencial de energía, por tanto toda
masa es convertible en cantidades enormes de
energía.
energía.
Prueba de aquello,
es el impresionante potencial energético que se liberó al final de la segunda
guerra mundial, cuando apenas una pequeña cantidad de uranio fue suficiente
para reducir a escombros las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en una
demostración más, de hasta dónde puede llegar la irracionalidad humana.
La ecuación de
Einstein sugiere que la materia y la energía son mutuamente interrelacionadas
entre sí.
Posteriormente de aquí se derivaron los conceptos de la dualidad onda-partícula de la física cuántica actual, que es la base en que se mueven los conceptos neuralterapéuticos y homeopáticos de hoy.
Posteriormente de aquí se derivaron los conceptos de la dualidad onda-partícula de la física cuántica actual, que es la base en que se mueven los conceptos neuralterapéuticos y homeopáticos de hoy.
Llegamos
finalmente a la conclusión de que todo en el Universo es energía, que se puede
materializar bajo la apariencia de un objeto.
Y sin ir mas
lejos, eso es lo que somos, porque estamos constituidos de células y estas a su
vez de moléculas y las moléculas de átomos, constituidos finalmente de
partículas generadoras de energía ondulatoria.
Ya Wilhelm Ostwald (1853-1932) lo había sentenciado en la primera mitad del siglo
pasado, al expresar que
“La energía es la realidad, la materia es solo una hipótesis”.
“La energía es la realidad, la materia es solo una hipótesis”.
Por todo lo
anteriormente dicho, se puede afirmar que aquel sistema médico, que niegue o
ignore el componente espiritual en el ser humano, será necesariamente
incompleto por excluir la cualidad fundamental de la existencia del hombre a
nuestro modo de ver, que es su dimensión energética o espiritual.
Se debe entender
el organismo humano, como un conjunto de campos de energía multidimencionales superpuestos
y en interacción, cuyos desequilibrios finalmente se manifiestan en los planos físico, emocional y
mental. El cuerpo físico revela pues la materialización obvia de la enfermedad.
Los sistemas
biológicos además de poseer una estructura histológica y anatómica maravillosa,
poseen un sistema energético sutil, que consta de varios campos superpuestos y
con frecuencias vibratorias cada vez más altas.
El primero de
estos campos y el más próximo al plano físico, es el cuerpo etérico, en el que
encontramos los llamados “meridianos y puntos de acupuntura”, descritos y
manipulados por la cultura china desde hace aproximadamente 5.000 años y de cuya
autenticidad no cabe la menor duda en la actualidad.
Estos son una interface de intercambio energético entre nuestro cuerpo físico y los campos de energía que nos rodean.
Estos son una interface de intercambio energético entre nuestro cuerpo físico y los campos de energía que nos rodean.
Las corrientes
de energía que circulan por estos canales de flujo llamados meridianos, son de
naturaleza mas bien magnética (magneto-eléctrica exactamente) e inducen campos
eléctricos secundarios al nivel físico de los tejidos, que a su vez repercuten
sobre los procesos bioeléctronicos primarios que se desarrollan en el seno de
la célula.
Los puntos de acupuntura, situados en los extremos distales de los meridianos en manos y pies, son susceptibles de ser medidos en su resistencia eléctrica, al realizar una ligera presión sobre la piel, con el electrodo positivo de un aparato de tecnología alemana llamado “Dermatrón”, según la técnica del profesor Reinhold Voll.
El potencial eléctrico de todo un órgano o sistema, puede ser medido exactamente con la aguja del Dermatrón, determinando así en miliohmnios, valores estandarizados.
Esta información
permite, en manos especializadas, detectar estados de inflamación o
degeneración en dichos meridianos y por ende en los órganos o sistemas con que
se relacionan. De esta valiosa
técnica, derivan los sistemas de diagnóstico y tratamiento en que nos apoyamos
algunos médicos en Bioenergética.
En una
frecuencia vibratoria superior, encontramos el cuerpo emocional, que no es tan
rígido, ni conserva la forma del cuerpo físico. Además es muy
variable como de hecho lo son nuestras emociones; todos alguna vez hemos
experimentado el “sentirnos muy pequeños” frente a una situación o por el
contrario “que no cabemos de dicha en el cuerpo”.
Esto se debe en definitiva a las expansiones de este cuerpo energético, junto a variaciones en las tonalidades y el espectro cromático del mismo, siempre en relación estrecha con nuestros estado de ánimo.
Esto se debe en definitiva a las expansiones de este cuerpo energético, junto a variaciones en las tonalidades y el espectro cromático del mismo, siempre en relación estrecha con nuestros estado de ánimo.
A continuación
está el cuerpo mental, este sí algo más rígido, en donde llevamos a cabo
nuestros procesos mentales, fijamos nuestros patrones de conducta aprendidos y
nuestras ideas o conceptos.
Lógicamente
cuenta y se relaciona con el substrato anatómico que es el cerebro, del cual en
realidad solo conocemos una parte infinitesimal de sus funciones y alcances.
El cerebro viviente, es mas bien una interface para la expresión del alma,
en el plano de la vida física activa.
Hasta aquí estos cuerpos de anatomía energética, conforman nuestra
personalidad, nuestro ser y se ubican todavía, en un plano mas bien físico.
Encontramos luego el llamado cuerpo astral, que es el puente de
comunicación entre lo físico y el plano espiritual, ubicándose en lo que popularmente
conocemos como la cuarta dimensión. Es también un cuerpo amorfo, en el que se
llevan a cabo las vivencias, es decir está mas allá de las sensaciones,
sentimientos o conceptos y en relación con el amor incondicional, no influido
pues por nuestras emociones ni por la razón.
En una banda de frecuencias vibratorias superiores, nos encontramos con el
llamado cuerpo causal, que es lo que podríamos llamar nuestro Yo superior y se
ocupa del sector de las ideas y conceptos abstractos, atendiendo así a la esencia
de los asuntos.
A diferencia del cuerpo mental que trabaja con las imágenes mentales y
razona analíticamente en base a una experiencia previa, el cuerpo causal asume
la esencia de las cosas y las causas verdaderas que se ocultan tras el velo
ilusorio de las apariencias; es pues un mundo de realidades.
El cuerpo espiritual, el más elevado de todos, tiene ya una conciencia plena de que
somos uno con el Creador, somos realmente “seres de luz”, aquí la mente no es
lineal ni racional, sino Universal.
Parece ser que estos últimos cuerpos sutiles, son los que se desprenden
del cuerpo físico, en el proceso que conocemos como la muerte.
Debemos recordar en este punto, que “la energía no se crea ni se destruye,tan solo se transforma”.
Todos estos cuerpos que son receptores y transmisores de energía vital,
pasan a través de los llamados chacras, donde finalmente se traducen en
funciones nerviosas y glandulares.
Chacra en sánscrito (el idioma sagrado más antiguo de la humanidad),
significa rueda; en efecto poseemos siete centros superiores ubicados de la
pelvis a la parte superior de la cabeza, cada uno de los cuales se asocia a un
centro o plexo nervioso y otro glandular del organismo físico, siendo
ademásórganos sutiles de percepción, sociados a facultades parapsíquicas de
intuición superior, en relación siempre al grado de evolución espiritual del
ser.
Los chacras vienen a ser verdaderos “reactores energéticos” en los que
procesamos y acumulamos informaciones vitales, además de que establecen un
puenbte de comunicación entre estos diferentes planos energéticos y nuestro
organismo físico.
No es coincidencia que estos chacras principales se encuentren en número
de siete, ya que según nos refiere la numerología, todo es perfecto en este
número y de allí que se repita un sinmúmero de veces en la naturaleza.
Yendo de abajo
hacia arriba, el primer chacra o chacra base, está ubicado en la región
coccígea y tiene que ver con lo que se ha llamado la “experiencia tribal” o del
grupo íntimo al que se pertenece el individuo, relacionándolo así con las ideas
de colectividad, justicia, superación de su grupo, en otras palabras comanda
los llamados esquemas mentales o sociales. Es además el chacra de la inmunidad.
Se conoce
además, que es el chacra de la “materia prima”, en donde permanece dormido el
potencial energético de todo ser humano, de allí que en seres desarrollados
espiritualmente, activan desde aquí su poder mental, abriendo las puertas de la
iniciación.
A nivel del
cuerpo físico, tiene mucha relación con la función hepática, la piel y los
músculos.
El segundo chacra está a nivel del pubis y es el
centro del movimiento, la actividad, los fluidos corporales y extracorporales.
También activa las funciones de eliminación de desechos y comanda la función
sexual a nivel físico. En este chacra se grabarían pues los actos de incestos y
violaciones (físicas y energéticas) por ejemplo.
Al agotarse este
centro, el pensamiento se conduce a la idea aberrante, de que la persona es
vulnerable en cualquier aspecto, por desgaste de su poder.
El tercer
chacra, se halla situado a la altura de lo que conocemos como el plexo solar en
el abdomen. Es el centro de la transformación y tiene la propiedad de
transmutar en su totalidad la energía ascendente. Es el asiento de las
negociaciones del ser, por él se expresa nuestra guía interior, siendo el
chacra de la intuición superior.
A nivel del
cuerpo físico, se relaciona con los procesos de metabolismo y nutrición.
El cuarto
chacra, se encuentra a la altura del corazón y tiene que ver con el amor puro e
incondicional, de allí la tendencia de asociar el corazón con los sentimientos
de amor entre las personas. Este chacra es el asiento de la conciencia divina y
nos enseña la lección del perdón, uno de los sentimientos más nobles en un
ser humano.
Físicamente
activa el plexo cardíaco y dirige las funciones de irrigación sanguínea y
oxigenación de los tejidos.
El quinto
chacra, situado en el cuello a la altura de la glándula tiroides, es un centro
de la voluntad, maneja nuestro poder electromagnético y si está alterado, la
mente estará por un lado y el corazón por otro, ya que actúa como un pivote
entre el cuarto chacra y la mente. La energía de este centro influye en el
habla, el poder del verbo, la comunicación, la resonancia musical y la enseñanza.
El sexto chacra, comúnmente conocido y representado como el tercer ojo en la cultura Hindú, está situado a la altura del entrecejo; es el asiento de la energía mental y permite en seres desarrollados, una visión consciente de los mundos internos, así como el desarrollo de facultades de clarividencia.
El séptimo
chacra, está situado en la parte superior de la masa encefálica, a la altura
del vértice del cráneo y se lo ha representado como una aureola, en las
pinturas que representan a los santos en la antigüedad.
Su energía
corresponde a la Conciencia Universal, en comunión con un ser supremo, aquí
reside pues la Gracia espiritual del ser.
Anatómicamente
el músculo diafragma, divide a los tres primeros chacras que se hallan por
debajo, y están “conectados” con lo que podríamos llamar realidades físicas,
mientras que los chacras superiores nos “conectan” con las realidades de tipo
espiritual.
Adicionalmente a
estos chacras principales, poseemos otros chacras secundarios, por ejemplo los
situados en las manos, de enorme trascendencia en procesos de sanación al
imponer las manos, como por ejemplo en la técnica conocida como Reiki.
La alteración
del flujo energético y la calidad de rotación de estas “ruedas” de energía,
puede ser uno de los diversos mecanismos por los que el estrés crónico afecta
negativamente a una persona, ya que el famoso estrés (el mal de nuestra época),
no es mas que la emoción acumulada de nuestros deseos frustrados.
Los chacras
mantienen una intrincada interconexión entre sí y con los diversos aspectos del
cuerpo físico, mediante líneas de transmisión energética llamada nadis,
manteniendo un flujo bidireccional de energía en condiciones normales, en
relación con la función óptima, o por el contrario, estableciendo disfunciones
en el flujo de este ser físico-energético, como debemos ser considerados los
seres humanos.
Esto brevemente,
es lo que se conoce desde las culturas iniciáticas como el “aura humana”; éste
campo magnetoeléctrico se mantiene en incesante movimiento y es constantemente
cambiante, en una perpetua interacción, desde los niveles más superiores, hasta
llegar en similitud a una cascada al plano físico, el escenario “final” de todo
nuestro ser.
Las enfermedades
por lo general son multicausales y pueden tener un substrato biológico,
emocional o mental, los tres pilares fundamentales sobre los descansa nuestra
salud.
Estamos cada vez
más convencidos, de que no hay enfermedad que no tenga de una u otra forma una
base emocional. Incluso en el caso de una enfermedad infecciosa producida por
algún germen, el hecho de que dicha enfermedad se desarrolle o no, va a
depender del estado inmunológico del paciente, que hoy en día sabemos, tiene
una interconexión directa con el estado emocional del enfermo.
El organismo en
sí mismo, está dotado de un modelo de salud perfecta y una poderosa
“Inteligencia Sanadora Interior”, pero el ser humano por medio de sus propios
procesos mentales, tiene la libertad de deteriorar e incluso paralizar estos
procesos, sumándose a ello la cantidad de hábitos malsanos que se han venido
incorporando sistemáticamente a nuestro modo de vida.
Parecería ser
que en el fondo esencial de algunas enfermedades humanas, existe un trastorno
energético, una perturbación mecánica cuántica u ondulatoria y que introducida
dicha perturbación al nivel físico, mental o emocional, el ente
energético-material que es nuestro organismo, tiende a reaccionar
inadecuadamente y a desorganizarse en su equilibrio.
En un organismo
vivo, la alteración primaria de salud se da pues a éste nivel de energía, o lo
que se ha llamado en medicina biológica, el “terreno” del paciente, condición
indispensable para que de acuerdo al grado de deterioro presente, finalmente progrese tal o cual alteración al nivel físico. Igualmente es
éste campo energético, el que primero se debe corregir en un tratamiento
médico, para llegar finalmente a una reparación celular y orgánica.
Las terapias
biológicas actúan para favorecer todos los mecanismos biológicos de adaptación
al medio, predominando en ellas un principio constructivo, favoreciendo así la
regulación y capacidad de autocuración innata en todo ser viviente.
Carecen pues
estas técnicas de toxicidad o efectos secundarios, a cambio de incidir
profundamente en la constitución del organismo, ya que trabajan sobre estos
sistemas energéticos anteriormente descritos. Y lo hacen mediante la energía
cuántica liberada del núcleo atómico (frecuencia electromagnética) de los
elementos animales, minerales o vegetales, del que proceden algunos de sus medicamentos,
como sucede en el caso de los remedios homeopáticos o algo similar ocurre, al colocar
el impulso neuralterapéutico, con la aguja de Terapia Neural en el lugar
preciso o “Campo Interferente” o manipulando esos pequeños “acumuladores” de
energía presentes en la piel como es en el caso de la milenaria acupuntura,
etc.
Si comprendemos
que el ser humano como hijo de Dios y creado a su "imagen y semejanza", es un ser de
luz hecho con una energía que lo anima y da soporte a sus estructuras vitales, estaremos sentando las bases para tratar de una manera óptima a nuestros
enfermos.
La Medicina
Bioenergética, logra curar eficazmente muchas situaciones clínicas de diversa
complejidad, al encontrar el equilibrio energético y biológico, mediante la manipulación de estos campos de energía sutil humana, llegando
finalmente a los mecanismos biomoleculares de la célula, la unidad biológica fundamental
de todo ser viviente, con la participación de diversos sistemas terapéuticos, de entre los que
podemos destacar:
la Terapia Neural, la Homeopatía, la Acupuntura, la Homotoxicología, la Electroacupuntura de Voll, el Ayurveda, el Biomagnetismo médico, la Medicina Cuántica, el Balance Polar Electromagnético, la Reflexología, la Terapia con Oligoelementos, las Escencias Florales de Bach, la Auriculoterapia, la Celuloterapia, la Cromoterapia, la Odontología Neurofocal, la Fitoterapia, la Laserterapia, el Shiatsu, el Reiki, el Naturismo, la Uroterapia, la Ozonoterapia, etc. disciplinas todas agrupadas en el gran capítulo de la Bioenergética o energía de la vida, en búsqueda de esa armonía que conocemos como salud.
la Terapia Neural, la Homeopatía, la Acupuntura, la Homotoxicología, la Electroacupuntura de Voll, el Ayurveda, el Biomagnetismo médico, la Medicina Cuántica, el Balance Polar Electromagnético, la Reflexología, la Terapia con Oligoelementos, las Escencias Florales de Bach, la Auriculoterapia, la Celuloterapia, la Cromoterapia, la Odontología Neurofocal, la Fitoterapia, la Laserterapia, el Shiatsu, el Reiki, el Naturismo, la Uroterapia, la Ozonoterapia, etc. disciplinas todas agrupadas en el gran capítulo de la Bioenergética o energía de la vida, en búsqueda de esa armonía que conocemos como salud.
Todavía son muchas las interrogantes en el campo de
la medicina Bioenergética y este ligero recuento, no pretende crear polémica entre
la comunidad médica científica "oficial" y quienes nos manejamos por la línea de
medicinas alternativas, sino mas bien pretendería generar una expectativa entre
los terapeutas inquietos y de mente abierta, para intentar conocer el lado
oculto de la moneda y llegar así a un punto de equilibrio entre los valiosos
conocimientos académicos, que desde luego siempre tendrán su lugar en nuestra
labor y estas nuevas (o ancestrales) formas de terapia, buscando siempre el
beneficio, de la razón de ser de nuestro quehacer diario…nuestros pacientes.
Dr. Jaime Cevallos
Gómez
MEDICO BIOENERGETICO
*La información contenida en esta publicación, es proporcionada únicamente con fines informativos y de orientación al público y no pueden constituirse como recomendaciones médicas personalizadas. No deberán seguirse bajo ningún concepto, como tratamientos médicos únicos y se recomienda en todo caso, consultar con profesionales médicos debidamente acreditados ante las autoridades sanitarias.
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